En esta segunda parte quiero compartir estas frases que han calado profundo en mi ser, dando respuestas a las interrogantes y cuestionamientos mencionados en la primera parte que les compartí anteriormente.
pdt: En esta oportunidad escuche temas de esta playlist se las comparto y espero les bendiga! 

En palabras de Phillip Yancey “El Jesús Que Nunca ConocíHay sólo una forma para resolver la tensión entre los elevados ideales del evangelio y la triste realidad de nosotros mismos: aceptar que nunca daremos la talla,pero que tampoco tenemos que lograrlo. Se nos juzga por la justicia del Jesús que vive dentro de nosotros, no por nosotros mismos.

"Ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús." 


Jesús nunca rebajó el ideal de Dios. "Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto", dijo. "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente." Ni Tolstoi, ni San Francisco de Asís,ni la Madre Teresa, ni nadie han cumplido plenamente con los mandamientos (y aunque más quisiera yo cumplirlos jamas podria). Sin embargo, el mismo Jesús tiernamente ofreció gracia absoluta. Jesús perdonó a una adúltera, a un ladrón en la cruz, a un discípulo que lo había negado…  La gracia es absoluta, inflexible, y lo incluye todo. Se ofrece incluso a quienes clavaron a Jesús en la cruz: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" fueron algunas de las últimas palabras que Jesús pronunció en la tierra. Durante años me había sentido tan indigno frente a los ideales absolutos del Sermón del Monte que había pasado por alto toda noción de la gracia. Cuando entendí el mensaje dual volví a los evangelios para encontrar que el mensaje de gracia anima todo el discurso. Comienza con las Bienaventuranzas Bienaventurados los pobres en espíritu, los que lloran, los mansos; bienaventurados los que padecen y penetra en la Oración del Señor: "perdónanos nuestras deudas ... líbranos del mal." Jesús comenzó este gran sermón con palabras suaves para quienes estaban necesitados y continuó con una oración que se ha constituido en modelo para todos los grupos. "Un día cada vez", dicen los alcohólicos en Alcohólicos Anónimos;"El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy", dicen los cristianos. La gracia es para los desesperados, para los necesitados, para los quebrantados, para quienes no se bastan a sí mismos. La gracia es para todos nosotros. Durante años había pensado que el Sermón del Monte era como la pauta de conducta humana que nadie podía seguir jamás. Al volverlo a leer, encontré que Jesús pronunció estas palabras no para abrumarnos, sino para decirnos cómo es Dios. La naturaleza de Dios es el texto primitivo del que se deriva el Sermón del Monte. ¿Por qué debemos amar a nuestros enemigos? Porque nuestro Padre misericordioso hace que el sol se levante sobre malos y buenos. ¿Por Qué ser perfectos? Porque Dios es perfecto. ¿Por qué guardar tesoros en el cielo? Porque el Padre vive ahí y nos colmará de recompensas. ¿Por qué vivir sin temor ni preocupación? Porque el mismo Dios que viste a los lirios y a la hierba del campo ha prometido cuidarnos. ¿Por qué orar? Si un padre terrenal da pan o pescado a su hijo, mucho más el Padre que está en el cielo nos dará dádivas buenas a quienes se las pidan. ¿Cómo pude no haberlo visto? Jesús no proclamó el Sermón del Monte para que nosotros, a la manera de Tolstoi, frunciéramos el seño, desesperados por nuestro fracaso en lograr la perfección.

Lo pronunció para enseñarnos el ideal de Dios hacia el cual debemos esforzarnos siempre, y también para mostrarnos que ninguno de nosotros lo alcanzará jamás. El Sermón del Monte nos obliga a reconocer la gran distancia que separa a Dios de nosotros, y todo intento de disminuirla, moderando de algún modo sus exigencias, está totalmente equivocado. La peor tragedia sería ir al Sermón del Monte para buscar en él una forma de legalismo; más bien acaba con todo legalismo. El legalismo como el de los fariseos siempre fracasará; no por ser demasiado estricto sino porque no es lo bastante riguroso. En forma espectacular e inapelable, el Sermón del Monte demuestra que delante de Dios todos somos iguales: asesinos y violentos, adúlteros y lujuriosos, ladrones y codiciosos. Todos estamos desesperados, y de hecho éste es el único estado adecuado para el ser humano que desea conocer a Dios. Al haber fracasado en el ideal absoluto, sólo podemos caer en la red de seguridad de la gracia absoluta.

“La calidad de la misericordia se ha agotado. Descendió como la gentil lluvia del cielo ... y el poder terrenal muestra entonces al Dios más amable Cuando la misericordia madura la justicia. Shakespeare, en El mercader de Venecia”



SEGUNDA PARTE

La misión: La revolución de la gracia al leer los evangelios con mi clase de Chicago y al ver las películas acerca de la vida de Jesús, fuimos advertidos de un patrón sorprendente: cuanto más ofensivos eran los personajes, más cómodos parecían sentirse junto a Jesús. Personas así encontraban atractivo a Jesús: un paria social samaritano, un oficial del ejército del tirano Herodes, un colaboracionista recaudador de impuestos, una mujer que había sido posesa de siete demonios. Por el contrario, otros personajes más respetables habían acogido a Jesús con frialdad. Los piadosos fariseos lo consideraban torpe y mundano, un joven rico se alejó de Él meneando la cabeza, e incluso el liberal Nicodemo buscó reunirse con Él bajo el manto de la noche. Le comenté a la clase lo extraño que parecía este patrón, ya que la Iglesia cristiana ahora atrae a personas respetables, que se parecen mucho a quienes más sospecharon de Jesús en la tierra. ¿Qué ha sucedido para que se haya cambiado el patrón de la época de Jesús? ¿Por qué no les gusta a los pecadores estar con nosotros? Conté la historia que me había hecho un amigo que trabaja con los más pobres de Chicago. Se le acercó una prostituta en condiciones horribles, sin techo, con muy mala salud, sin recursos para ni siquiera comprar comida para su hijita de dos años. Con los ojos llenos de lágrimas, confesó que había estado alquilando a su hija !de dos años! a hombres que se interesaban por perversiones sexuales, para poder mantener su propio hábito de las drogas. Mi amigo casi no soportó los sórdidos detalles de la historia. Sentado, en silencio, no sabía qué decir. Por fin le preguntó si había pensado alguna vez ir a la iglesia para que la ayudaran. "Nunca olvidaré la expresión de absoluta sorpresa que mostró en su rostro", me contaba. "¡La iglesia!" exclamó. "¿Para qué? !Me harían sentir incluso peor de lo que ya me siento!" Hemos creado una comunidad de respetabilidad en la iglesia, le comenté a la clase. Los marginados, que acudían a Jesús cuando vivió entre nosotros,ya no se sienten bienvenidos. ¿Qué hizo Jesús, la única persona perfecta de la historia, para atraer a los claramente imperfectos? ¿Y qué nos impide seguir sus pasos en estos días? Alguien de la clase sugirió que el legalismo en la Iglesia había creado una barrera de reglas estrictas que hacía sentirse incómodos a los no cristianos. El intercambio de ideas que se produjo en la clase derivó hacia una nueva dirección, con la narración de los episodios de la confrontación que habían experimentado los sobrevivientes de universidades cristianas y de iglesias fundamentalistas. Les conté de mi propia sorpresa, al comienzo de los años setenta, cuando el temible Instituto Bíblico Moody, situado apenas a cuatro cuadras de la iglesia, prohibía a los estudiantes llevar barba, bigote y el pelo por debajo de las orejas, aunque los estudiantes pasaban todos los días por delante de un retrato al óleo de Dwight L. Moody, hirsuto quebrantador de las tres reglas. Todos se rieron. Es decir, todos excepto uno, Greg, quien se movía nerviosamente en su asiento, molesto. Pude ver que primero se ruborizaba para luego quedarse pálido de furia. Finalmente Greg levantó la mano y comenzó a expresarse con ira e indignación. "Me da ganas de irme", dijo, y de inmediato se hizo silencio en la clase. "Critican a otros por ser fariseos. Voy a decirles quienes son los verdaderos fariseos. Son usted [señalándome a mí] y todos los de esta clase. Se creen que están muy por encima de otros, que son fuertes y maduros. Llegué a ser cristiano gracias a la Iglesia Moody. Ustedes tratan de encontrar a un grupo que puedan mirar con desprecio, se sienten más espirituales que ellos y hablan de ellos a sus espaldas. Esto es lo que hace un fariseo. Todos ustedes son fariseos." Todos los ojos de la clase de fijaron en mí, esperando que respondiera, pero no tuve nada que decir. Greg nos había atrapado con las manos en la masa. En un giro de arrogancia espiritual, ahora estábamos despreciando a otras personas por ser fariseos. Miré el reloj, esperando que me brindara un respiro temporal. No tuve suerte: indicaba que todavía quedaban quince minutos de clase. Esperaba que me llegara un chispazo de inspiración, pero no me llegaba. El silencio se fue haciendo más agobiante. Me sentía avergonzado y atrapado. En ese momento Bob levantó la mano. Bob era nuevo en la clase, y hasta el día de mi muerte le estaré agradecido por rescatarme. Comenzó suavemente, de forma cautivadora: "Me alegro de que no te fueras, Greg. Te necesitamos. Me alegro que estés con nosotros, y me gustaría contarles por qué vengo a esta iglesia. "Francamente, me identifico con la prostituta de Chicago que Philip mencionó. Era adicto a las drogas, y ni en un millón de años se me hubiera ocurrido acercarme a una iglesia en busca de ayuda. Todos los martes, sin embargo, esta iglesia permite que un capítulo de Alcohólicos Anónimos se reúna en esta misma sala del sótano en la que estamos sentados. Comencé a asistir a las reuniones de ese grupo y después de un tiempo, decidí que una iglesia que acoge a un grupo de Alcohólicos Anónimos - con colillas de cigarrillos, manchas de café, y todo lo demás - no puede estar del todo mal, de modo que decidí venir a un culto. "Tengo que decirles que al principio a las personas de arriba las sentía como amenazadoras. Parecía como si tuvieran toda su vida muy bien arreglada. La gente de esta iglesia se viste bastante informal, me parece, pero la ropa mejor que yo tenía eran pantalones vaqueros y camisetas. Con todo, me tragué mi orgullo y comencé a asistir los domingos por la mañana y los martes por la noche. La gente no me rehuyó. Incluso me buscaron. Aquí es donde encontré a Jesús." Como si alguien hubiera abierto una válvula de escape, toda la tensión fue desapareciendo a medida que Bob nos hablaba con sencilla elocuencia. Greg se calmó, yo musité una disculpa por mi propio fariseísmo, y la clase concluyó con una nota de unidad. Bob nos había devuelto a un fundamento común, como pecadores igualmente desesperados en nuestra necesidad de Dios. ¿Qué haría falta, pregunté al concluir, para que la Iglesia se convirtiera en un lugar donde las prostitutas, los recaudadores de impuestos e incluso los fariseos con conciencia de culpa se pudieran reunir a gusto? 
Jesús fue el amigo de los pecadores. Les gustaba estar con él y anhelaban su compañía. Entre tanto, los legalistas lo encontraban horrible, incluso repulsivo. ¿Cuál fue el secreto de Jesús que hemos perdido?

En pocas palabras, Jesús trasladó el énfasis de la santidad de Dios (exclusiva) a la misericordia de Dios (inclusiva). En vez del mensaje "no se aceptan los indeseables", proclamó: "en el Reino de Dios no hay indeseables." Al hacer todo lo posible por reunirse con gentiles, comer con pecadores y tocar a los enfermos, Jesús amplió el ámbito de la misericordia de Dios. Para los líderes judíos, las acciones de Jesús ponían en peligro la existencia misma de su sistema religioso de castas; no nos sorprende que los evangelios mencionen más de veinte veces que conspiraron contra Jesús. Uno de los relatos de Jesús que contrasta a un piadoso fariseo con un arrepentido recaudador de impuestos, capta en pocas palabras el evangelio inclusivo de la gracia. El fariseo, que ayunaba dos veces por semana y diezmaba como estaba establecido, daba piadosamente gracias a Dios por ser mejor que los ladrones, los injustos, los adúlteros, y mucho mejor que el recaudador de impuestos que estaba junto a él. El recaudador de impuestos, demasiado humillado como para elevar los ojos al cielo, oraba en la forma más sencilla posible: "Dios, sé propicio a mí, pecador." Jesús sacó la conclusión: "Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro." ¿Podemos deducir de este relato de Jesús que la conducta no tiene importancia, que no hay diferencia moral entre un legalista disciplinado y un ladrón, un injusto y un adúltero? Desde luego que no. La conducta importa de muchas maneras; sólo que no es lo que nos hace aceptos ante Dios. El escéptico A. N. Wilson comenta acerca de la parábola de Jesús del fariseo y el publicano: "Es un episodio ofensivo, moralmente anárquico. Todo lo que importa en ese relato parece ser la capacidad de Dios de perdonar." ¡Exactamente! En sus propias interacciones sociales, Jesús puso en práctica "el gran cambio" proclamado en las Bienaventuranzas. Normalmente en este mundo se mira a los ricos, los hermosos, los que tienen éxito. La gracia, sin embargo, introduce un mundo con una lógica nueva. Como Dios ama al pobre, al que sufre, al perseguido, también nosotros debemos amarlos. Como para Dios no hay indeseables, tampoco debe haberlos para nosotros. Con su propio ejemplo, Jesús nos llama a mirar al mundo con lo que Ireneo llamaría "ojos sanados por la gracia". Las parábolas de Jesús pusieron de relieve esa misión, porque con frecuencia los pobres y oprimidos fueron los héroes de sus relatos. 

Creo que habrá una tercera parte, pero si llegaste hasta este punto déjame darte las gracias por tomarte el tiempo de leerme y disculpa si en algo me he equivocado, y encarecidamente te pido que puedas compartirme tu opinión.